ANTOLOGÍA DE TEXTOS PARA LECTURA GRADO DÉCIMO
Poesías Aztecas
Belleza del Canto
Llovieron esmeraldas;
ya nacieron las flores:
Es tu canto.
Cuando tú lo elevas en México,
el sol está alumbrando.
El Ave y la Mariposa
¿Qué es lo que dice el ave roja del dios?
Es cual un repicar de sonidos: anda chupando miel.
¡Que se deleite: ya se abre su corazón:
es una flor!
Ya viene, ya viene la mariposa:
viene, viene volando; viene abriendo sus alas:
Sobre las flores anda chupando miel.
¡Que se deleite: ya se abre su corazón:
es una flor!
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MENTIRAS REPETIDAS
Adolf Hitler decía: “Por medio de hábiles mentiras, repetidas hasta la saciedad, es posible hacer creer a la gente que el cielo es el infierno y el infierno el cielo… Cuanto más grande sea la mentira, más la creen (…) Me valgo de la emoción para la mayoría y reservo la razón para la minoría”. http://www.bolinfodecarlos.com.ar/270609_manipulacion.htm
CUATRO BUENAS RAZONES PARA ELIMINAR LA TELEVISIÓN
“Si usted acepta la producción en masa, usted acepta que un pequeño número de personas supervise la existencia cotidiana de una cantidad de gente mucho mayor. Usted acepta que seres humanos gasten largas horas, día tras días, atados a un trabajo repetitivo, mientras suprimen todo deseo de experiencia o actividad más allá de este trabajo. La conducta del obrero queda sometida a la máquina. Con la producción masiva, usted también acepta que un gran número de artículos idénticos son necesarios para que puedan ser eficientemente distribuidos a un gran número de gente y que las instituciones tales como la publicidad ayudarán a que esto sea así. Un Proceso tecnológico no puede existir sin el otro, creando relaciones simbióticas entre las propias tecnologías.” Mander, Jerry. "Cuatro buenas razones para eliminar la televisión"
ASCENSIÓN DE LA ESCOBA
“Coronad a la escoba de laurel, mirto, rosa./Es el héroe entre aquellos que afrontan la basura./Para librar del polvo sin vuelo cada cosa/bajó, porque era palma y azul, desde la altura. Su ardor de espada joven y alegre no reposa./Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura,/azucena que barre sobre la misma fosa,/es cada vez más alta, más cálida, más pura./Nunca: la escoba nunca será crucificada,/porque la juventud propaga su esqueleto/que es una sola flauta muda, pero sonora. Es una sola lengua sublime y acordada./Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieto./Y asciende una palmera, columna hacia la aurora”. Hernandez, Miguel. Ascensión de la escoba.
Poesía Inca.
Himno a Wiraqocha
¡Ah Wiraqocha, de todo lo existente el poder!
Que éste sea hombre,
que ésta sea mujer (dijiste).
Sagrado... señor,
de toda luz naciente
el hacedor.
¿Quién eres?
¿Dónde estás?
¿No podría verte?
¿En el mundo de arriba
o en el mundo de abajo,
o a un lado del mundo
está tu poderoso trono?
¡Jay!, dime solamente
desde el océano celeste
o de los mares terrenos en que habitas.
Pachacamac
creador del hombre.
Señor, tus siervos,
a ti,
con sus ojos manchados
desean verte.
Cuando pueda ver,
cuando pueda saber,
cuando sepa señalar,
cuando sepa reflexionar,
me verás,
me entenderás.
El sol, la luna,
el día, la noche,
el verano, el invierno
no están libres,
ordenados andan:
están señalados
y llegan
a lo ya medido.
¿Adónde, a quién
el brillante cetro
enviaste?
¡Jay!, dime solamente,
escúchame
cuando aún
no estás cansado,
muerto.
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LA CREACIÓN
Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en
silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un
hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas,
barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el
cielo en toda su extensión.
No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar
apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche.
Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el
agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso
se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su
naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que
éste es el nombre de Dios y así es como se llama.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la
obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues,
consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras
y su pensamiento.
Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando
amaneciera debía aparecer el hombre.
Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los
bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en
las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.
El primero se llama Cacalhá Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El
tercero es Raxá-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo.
Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre
la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el
que produzca el alimento y el sustento.
-- ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y
desocupe, que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que
amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra
creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado.
Así dijeron.
Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la
creación de la tierra: -- ¡Tierra! -- dijeron, y al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación,
cuando surgieron del agua las montanas; y al instante crecieron las montañas.
Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación
de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y
pinares en la superficie.
Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo : -- ¡Buena ha sido tu
venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, Raxá-Caculhá!
-- Nuestra obra, nuestra creación será terminada -- contestaron.
Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron
las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los
cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.
Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del
Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la
fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida
en el agua.
Así fue como se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de
pensar y meditar sobre su feliz terminación.
Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos
los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones,
tigres, serpientes, culebras, cantiles, guardianes de los bejucos.
Y dijeron los Progenitores: --¿Sólo silencio e inmovilidad habrá bajo los
árboles y los bejucos? Conviene que en lo sucesivo haya quien los guarde.
Así dijeron cuando meditaron y hablaron en seguida. Al punto fueron
creados los venados y las aves. En seguida les repartieron sus moradas a los
venados y a las aves.
-- Tú, venado, dormirás en la vega de los ríos y en los barrancos. Aquí
estarás entre la maleza, entre las hierbas; en el bosque os multiplicaréis, en
cuatro pies andaréis y os sostendréis-- . Y así como se dijo, se hizo.
Luego designaron también su morada a los pájaros pequeños y a las aves
mayores:
-- Vosotros, pájaros, habitaréis sobre los árboles y los bejucos, allí
haréis vuestros nidos, allí os multiplicaréis, allí os sacudiréis en las ramas
de los árboles y de los bejucos --. Así les fue dicho a los venados y a los
pájaros para que hicieran lo que debían hacer, y todos tomaron sus habitaciones
y sus nidos.
De esta manera los Progenitores les dieron sus habitaciones a los
animales de la tierra. Y estando terminada la creación de todos los cuadrúpedos
y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el Creador y el
Formador y los Progenitores:
-- Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno según vuestra
especie, según la variedad de cada uno -- . Así les fue dicho a los venados,
los pájaros, leones, tigres y serpientes.
-- Decid, pues, vuestros nombres, alabadnos a nosotros, vuestra madre,
vuestro padre. ¡Invocad, pues, a Huracán, Chipi-Calculhá, Raxa-Calculhá, el
Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, el Creador, el Formador, los
Progenitores; hablad, invocadnos, adoradnos! -- les dijeron.
Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban,
cacareaban y gramaban; no se manifestó la forma de su lenguaje, y cada uno
gritaba de manera diferente.
Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible que hablaran,
se dijeron entre sí : -- No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el
de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien --, dijeron entre sí
los Progenitores.
Entonces se les dijo : -- Seréis cambiados porque no se ha conseguido que
habléis. Hemos cambiado de parecer : vuestro alimento, vuestra pastura, vuestra
habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques,
porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis. Todavía hay
quienes nos adoren, haremos otros [seres] que sean obedientes. Vosotros aceptad
vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será. Esta será vuestra
suerte--. Así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales pequeños
y grandes que hay sobre la faz de la tierra.
Luego quisieron probar suerte nuevamente; quisieron hacer otra tentativa
y quisieron probar de nuevo a que los adoraran. Pero no pudieron entender su
lenguaje entre ellos mismos, nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer. Por
esta razón fueron inmoladas sus carnes y fueron condenados a ser comidos y
matados los animales que existen sobre la faz de la tierra.
Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre
por el Creador, el Formador y los Progenitores.
-- ¡A probar otra vez! ¡ Ya se acercan el amanecer y la aurora; hagamos
al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser
recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras obras,
nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que fuésemos alabados y
venerados por ellos. Así, pues, probemos a hacer unos seres obedientes,
respetuosos, que nos sustenten y alimenten -- . Así dijeron.
Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron la
carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba
blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía
la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver
hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se
humedeció dentro del agua y no se pudo sostener.
Y dijeron el Creador y el Formador: -- Bien se ve que no podía andar ni
multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron.
Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y en seguida
dijeron: -- ¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salgan bien nuestros
adoradores, nuestros invocadores?-- Así dijeron cuando de nuevo consultaron
entre sí.
-- Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú : ¡Probad
suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! -- Así dijeron entre sí el
Creador y el Foanador cuando hablaron a Ixpiyacoc e Ixmucané.
En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del día, la abuela
del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y cuyos nombres
eran Ixpiyacoc e Ixmucané.
Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz cuando le hablaron al agorero, al
formador, que son los adivinos: -- Hay que reunirse y encontrar los medios para
que el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos invoque y se
acuerde de nosotros.
-- Entrad, pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro
abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos
invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por
el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga.
-- Dad a conocer vuestra naturaleza, Hunaphú-Vuch, Hunahpú-Utiú, dos
veces madre, dos veces padre, Nim-Ac, Nimá-Tziís, el Señor de la esmeralda, el
joyero, el escultor, el tallador, el Señor de los hermosos platos, el Señor de
la verde jícara, el maestro de la resina, el maestro Toltecat, la abuela del
sol, la abuela del alba, queasí seréis llamados por nuestras obras y nuestras
criaturas.
-- Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité. Hágase así y
se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera--.
Así les fue dicho a los adivinos.
A continuación vino la adivinación, la echada de la suerte con el maíz y
el tzité. ¡Suerte! ¡Criatura!, les dijeron entonces una vieja y un viejo. Y
este viejo era el de las suertes del tzité, el llamado Ixpiyacoc. Y la vieja
era la adivina, la formadora, que se llamaba Ghiracán Ixmucané.
Y comenzando la adivinación, dijeron así: -- ¡Juntaos, acoplaos! Hablad,
que os oigamos, decid, declarad si conviene que se junte la madera y que sea
labrada por el Creador y el Formador, y si éste [el hombre de madera] es el que
nos ha de sustentar y alimentar cuando aclare, cuando amanezca.
Tú, maíz; tú, Tzité; tú, suerte; tú, criatura; ¡uníos, ayuntaos! les
dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura. ¡Ven a sacrificar aquí,
Corazón del Cielo; no castiguéis a Tepeu y Gucumatz!
Entonces hablaron y dijeron la verdad : -- Buenos saldrán vuestros
muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán vuestros muñecos hechos de
madera, hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra.
-- ¡Así sea! -- contestaron, cuando hablaron.
Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían
al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra.
Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos
de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador,
de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas.
Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia.
Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio,
pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no
tenían sangre, ni substancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban
secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Por esta razón ya no
pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y
cuidaban de ellos.
Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la
faz de la tierra.
En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de
palo, recibieron la muerte.
Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se
formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo.
De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada
por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña la carne de la mujer. Estos
materiales quisieron el Creador y el Formador que entraran en su composición.
Pero no pensaban, no hablaban con su Creador, su Formador, que los habían
hecho, que los habían creado. Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados.
Una resina abundante vino del cielo. El llamado Xecotcovach llegó y les vació
los ojos; Camalotz vino a cortarles la cabeza; y vino Cotzbalam y les devoró
las carnes. El Tucumbalam llegó también y les quebró y magulló los huesos y los
nervios, les molió y desmoronó los huesos.
Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su madre, ni en
su padre, el Corazón del Cielo, llamado Huracán. Y por este motivo se
obscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de día,
una lluvia de noche.
Llegaron entonces los animales pequeños, los animales grandes, y los
palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus
tinajas, sus cornales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler,
todos se levantaron y les golpearon las caras.
-- Mucho mal nos hacíais; nos comíais, y nosotros ahora os morderemos --
les dijeron sus perros y sus aves de corral.
Y las piedras de moler: -- Éramos atormentadas por vosotros; cada día,
cada día, de noche, al amanecer, todo el tiempo hacían holi, holi, huqui, huqui
nuestras caras, a causa de vosotros. Este era el tributo que os pagábamos. Pero
ahora que habéis dejado de ser hombres probaréis nuestras fuerzas. Moleremos y
reduciremos a polvo vuestras carnes, les dijeron sus piedras de moler.
Y he aquí que sus perros hablaron y les dijeron : -- ¿Por qué no nos
dabais nuestra comida? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojabais de vuestro
lado y nos echabais fuera. Siempre teníais listo un palo para pegarnos mientras
comíais. Así era como nos tratabais. Nosotros no podíamos hablar. Quizás no os
diéramos muerte ahora; pero ¿por qué no reflexionabais, por qué no pensabais en
vosotros mismos? Ahora nosotros os destruiremos, ahora probaréis vosotros los
dientes que hay en nuestra boca: os devoraremos, dijeron los perros, y luego
les destrozaron las caras.
Y a su vez sus comales, sus ollas les hablaron así : -- Dolor y
sufrimiento nos causabais. Nuestra boca y nuestras caras estaban tiznadas,
siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemabais como si no sintiéramos
dolor. Ahora probaréis vosotros, os quemaremos -- dijeron sus ollas, y todos
les destrozaron las caras. Las piedras del hogar que estaban amontonadas, se
arrojaron directamente desde el fuego contra sus cabezas causándoles dolor.
Desesperados corrían de un lado para otro; querían subirse sobre las casas y
las casas se caían y los arrojaban al suelo; querían subirse sobre los árboles
y los árboles los lanzaban a lo lejos; querían entrar a las cavernas y las
cavernas se cerraban ante ellos.
Así fue la ruina de los hombres que habían sido creados y formados, de
los hombres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les fueron
destrozadas las bocas y las caras.
Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora
en los bosques; éstos son la muestra de aquellos, porque sólo de palo fue hecha
su carne por el Creador y el Formador.
Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra de una
generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y
hechos solamente de madera. Literatura Maya. (Primera Parte, Cap. I)
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/literaturaaborigen/lacreacion.asp
GESTA DE MIO CID
Cantar Primero
El Destierro del Cid
(Según la división hecha por Ramón Menéndez Pidal)
[CRONISTA]
De los sus ojos tan fuerte mientre llorando,
Tornaba la cabeza i estabalos catando;
Vio puertas abiertas i uzos sin cañados,
Alcandaras vazias sin pieles i sin mantos
i Y sin falcones y sin adtores mudados.
Suspiro mio Çid, ca mucho habia grandes cuidados,
Fablo mio Çid bien y tan mesurado:
[CID]
Grado a Ti, Señor Padre, que estas en alto.
¡Esto me han vuelto mios enemigos malos!
[CRONISTA]
Alli piensan de aguijar, alli sueltan las riendas. i
A la exida de Bivar hobieron la corneja diestra,
Y entrando a Burgos hobieronla siniestra.
Meçio mio Çid los hombros i engrameo la tiesta.
[CID]
¡Albriçia, Albar Fañez, ca echados somos de tierra!
[CRONISTA]
i Mio Çid Ruy Diaz por Burgos entraba, i
En su compaña, sesaenta pendones;
exienlo ver mugieres y varones:
Burgueses y burguesas por las finiestras son
Plorando de los ojos, ¡tanto habian el dolor!
De las sus bocas todos decian una razon:
[BURGALESES]
¡Dios que buen vasallo! ¡Si hobiese buen Señor!
[CRONISTA]
Convidar le ian de grado, mas ninguno no osaba; i
El Rey don Alfonso tanto habia grande saña.
Antes de la noche en Burgos de el entro su carta
Con grande recaudo y fuertemiente sellada:
que a mio Çid Ruy Diaz, que nadi no le diesen posada,
Y aquel que se la diese sopiese vera palabra:
que perderie los haberes y mas los ojos de la cara,
Y aun demas los cuerpos y las almas.
Grande duelo habian las gentes cristianas;
Ascondense de mio Çid, ca no le osan dezir nada.
El Campeador adeliño a su posada;
Asi como llego a la puerta, fallola bien çerrada,
Por miedo del Rey Alfonso, que asi lo habian parado:
que si no la quebrantase por fuerza, que no gela abriese nadi.
Los de mio Çid a altas voces llaman;
Los de dentro no les querien tornar palabra.
Aguijo mio Çid, a la puerta se llegaba,
Saco el pie del estribera, una ferida le daba;
No se abre la puerta, ca bien era çerrada.
Una niña de nueve años a ojo se paraba.
[NIÑA]
¡Ya Campeador, en buen hora çinxiestes espada!
El rey lo ha vedado, anoche d’el entro su carta,
Con gran recaudo i fuertemientre sellada.
No vos osariemos abrir ni coger por nada;
Si no, perderiemos los haberes y las casas
Y demas los ojos de las caras.
Çid, en el nuestro mal vos no ganades nada,
Mas el Criador vos vala con todas sus vertudes santas.
[CRONISTA]
Esto la niña dixo y tornose para su casa.
Ya lo vee el Çid que del rey no habia graçia.
Partiose de la puerta, por Burgos aguijaba,
Llego a Santa Maria, luego descabalga,
Finco los hinojos, de coraçon rogaba;
La oracion fecha, luego cabalgaba.
Salio por la puerta y en Arlançon posaba;
Cabo esa villa en la glera posaba
Fincaba la tienda y luego descabalgaba.
Mio Çid Ruy Diaz, el que en buen hora çinxo espada,
Poso en la glera, quando no le coge nadi en casa,
Derredor d’el una buena compaña;
Asi poso mio Çid como si fuese en montaña.
Vedada le han compra dentro en Burgos la casa
De todas cosas quantas son de vianda;
No le osarien vender al menos dinarada
Martin Antolinez el burgales cumplido, i
A mio Çid y a los suyos abastales de pan y de vino;
No lo compra, ca el se lo habia consigo,
De todo conducho bien los hobo bastidos.
Pagose mio Çid el Campeador y todos los otros que van a su
Servicio
El Mio Cid.
Fragmento. http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaEspanola/EdadMedia/MioCid/primeraparte.asp
COPLAS A LA MUERTE DE
SU PADRE
Jorge Manrique
(¿1440-1479?)
1.- Recuerde el alma dormida
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer ,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
2.- Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por pasado.
Non se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
3.- Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos;
i llegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
4.- Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
a Aquél sólo me encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo non conoció
su deidad.
LA TELEVISIÓN
“La televisión funciona como una suerte de panóptico de Bentham al revés.
En el panóptico de Bentham, como lo ha mostrado Foucault, “(cada cual) es
visto, pero no ve”, de manera de “inducir en el detenido un estado consciente y
permanente de visibilidad, que garantice el funcionamiento automático del
poder”. Aquí -¡refinamiento suplementario!- (eso es el progreso), nadie es
visto, pero cada uno es mirado por ese gran otro ciego que mira. Ya no se trata
de ver cada uno en ciertas direcciones muy precisas, las que prometen la
felicidad mediante la satisfacción generalizada y automática de necesidades,
evidentemente inventariadas y…pre-visibles”. ¿La Televisión forja individuos o
corderos? Dufour, Dany Robert. Le Monde diplomatique. Febrero 2008.
Pp.33.
Anónimo
AUTO DE LOS REYES
MAGOS
Fragmento:
Personas que hablan en él:
GASPAR, rey
BALTASAR, rey
MELCHOR, rey
HERODES, rey
MAYORDOMO
SABIOS
Dos RABÍES
ESCENA I
GASPAR: Dios criador, ¡cuál
maravilla!
¡No sé cuál es
aquesta estrella!
Agora primas la he
veida.
Poco tiempo ha que
es nacida.
¿Nacido es el
Criador
que es de las gentes
señor?
Non es verdad, no sé
qué digo.
Todo esto non vale
un figo.
Otra noche me lo
cataré.
Si es verdad, bien
lo sabré.
¿Bien es verdad lo
que yo digo?
En todo, en todo lo
prohío.
¿Non puede ser otra
señal?
Aquesto es y non es
al;
nacido es Dios, por
ver, de fembra
en aqueste mes de
diciembre.
Allá iré [d]o que
fuere, adorarlo he,
por Dios de todos lo
tendré.
BALTASAR: Esta estrella non sé dond
viene,
quien la trae o
quien la tiene.
¿Por qué es aquesta
señal?
En mis días non vi a
tal.
Ciertas nacido es en
tierras
aquel que en pace y
en guerra
señor ha de ser de
oriente,
de todos hasta en
occidente.
Por tres noches me
lo veré
y más de vero lo
sabré.
¿En todo, en todo es
nacido?
Non sé si algo he
veído;
iré, lo adoraré
y pregaré y rogaré.
MELCHOR: Val, Criador, a tal facienda
¿fue nunca alguandre fallada
o en escritura
trovada?
Tal estrella non es
en cielo,
de esto soy yo buen
estrellero;
bien lo veo sin
escarno
que un hombre es
nacido de carne
que es señor de todo el mundo.
Así como el cielo es
redondo;
de todas gentes
señor será
y todo siglo
juzgará.
¿Es? ¿Non es?
Cudo que verdad es.
veer lo he otra
vegada,
si es verdad o si es
nada.
Nacido es el Criador
de todas las gentes
mayor;
bien lo veo que es
verdad,
iré allá, por
caridad.
Álvar Núñez Cabeza de
Vaca
NAUFRAGIOS
CAPITULO III
Cómo llegamos a la
Florida
En este mismo día salió el contador Alonso Enríquez y se puso en una isla
que esta en la misma bahía y llamó a los indios, los cuales vinieron y
estuvieron con él buen pedazo de tiempo, y por vía de rescate le dieron pescado
y algunos pedazos de carne de venado. Otro día siguiente, que era Viernes
Santo, el gobernador se desembarcó con la más gente que en los bateles que
traía pudo sacar, y como llegamos a los buhíos o casas que habíamos visto de
los indios, hallémoslas desamparadas y solas, porque la gente se había ido
aquella noche en sus canoas. El uno de aquellos buhíos era muy grande, que
cabrían en él mas de trescientas personas; los otros eran mus pequeños, y
hallamos allí una sonaja de oro entre las redes. Otro día el gobernador levantó
pendones por Vuestra Majestad y tomó la posesión de la tierra en su real
nombre, presentó sus provisiones y fue obedescido por gobernador, como Vuestra
Majestad lo mandaba. Asimismo presentamos nosotros las nuestras ante él, y él
las obedesció como en ellas se contenía. Luego mandó que toda la otra gente
desembarcase y los caballos que habían quedado, que eran mas de cuarenta y dos,
porque los demás, con las grandes tormentas y mucho tiempo que habían andado
por la mar, eran muertos; y estos pocos que quedaron estaban tan flacos y
fatigados, que por el presente poco provecho podimos tener de ellos. Otro día
los indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos hablaron, como
nosotros no teníamos lengua, no los entendíamos; mas hacíannos muchas señas y
amenazas,y nos paresció que nos decían que nos fuésemos de la tierra, y con
esto nosdejaron, sin que nos hiciesen ningun impedimento, y ellos se fueron.
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaEspanola/CabezadeVaca/Naufragios.asp
Hernán Cortes
PRIMERA RELACIÓN
(Carta de Veracruz)
Muy Altos y Muy Poderosos, Excelentísimos Príncipes, Muy Católicos y Muy
Grandes Reyes y Señores:
Bien creemos que Vuestras Majestades por letras de Diego Velázquez,
teniente de almirante en la isla Fernandina, habrán sido informados de una
nueva tierra que puede haber dos años poco más o menos que en estas partes fue
descubierta, que principio fue intitulada por nombre Coçumel y después la
nombraron Yucatán sin ser lo uno ni lo otro, como por esta nuestra relación
Vuestras Reales Altezas mandarán ver. Porque las relaciones que hasta agora a
Vuestras Majestades desta tierra se han hecho, ansí de la manera y riqueza
della como de la forma en que fue descubierta y otras cosas que della se han
dicho, no son ni han podido ser ciertas, porque nadie hasta agora las ha
sabido, como será ésta que nosotros a Vuestras Reales Altezas enviamos. Y
trataremos aquí desdel principio que fue descubierta esta tierra hasta el
estado en que al presente está porque Vuestras Majestades sepan la tierra que
es, la gente que la posee y la manera de su vevir y el rito y cerimonias, seta
o ley que tienen, y el fruto que en ella Vuestras Reales Altezas podrán hacer y
della podrán rescibir y de quién en ella Vuestras Majestades han sido servidos,
porque en todo Vuestras Reales Altezas puedan hacer lo que más servidos serán.
Y la cierta y muy verdadera relación es en esta manera:
Puede haber dos años poco más o menos, Muy Esclarecidos Príncipes, que en
la cibdad de Santiago, que es en la isla Fernandina, donde nosotros hemos seído
vecinos en los pueblos della, se juntaron tres vecinos de la dicha isla, y el
uno de los cuales se dice Francisco Fernández de Córdoba y el otro Lope Ochoa
de Cayzedo y el otro Cristóbal Morante. Y como es costumbre en estas islas que
en nombre de Vuestras Majestades están pobladas de españoles de ir por indios a
las islas que no están pobladas de españoles para se servir dellos, envían los
susodichos dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen
indios a la dicha isla Fernandina para se servir dellos. Y cre[e]mos, porque
aún no lo sabemos de cierto, que el dicho Diego Velázquez, teniente de almirante,
tenía la cuarta parte de la dicha armada.
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaEspanola/HernanCortes/PrimeraRelacion.asp
Miguel de
Cervantes Saavedra
"El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha"
Esta obra maestra de
Miguel de Cervantes Saavedra fue publicada en Madrid en dos partes, la primera
en 1605 y la segunda en 1615. Alcanzó gran éxito inmediatamente a su publicación
y se realizaron 16 ediciones en vida del autor.
Capítulo Primero
Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de
la Mancha
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín
flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más
noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino
de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto
della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus
pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de
lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina
que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el
rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los
cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran
madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de
Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste
caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se
llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la
narración dél no se salga un punto de la verdad.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba
ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con
tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y
aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino
en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros
de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber
dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el
famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas
razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La
razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece,
que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: ...los
altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os
fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra
grandeza.
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por
entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera
el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las
heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes
maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo
lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar
su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino
deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y
sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y
continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con
el cura de su lugar -que era hombre docto, graduado en Sigüenza-, sobre cuál
había sido mejor caballero:
Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del
mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno
se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía
muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan
llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las
noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del
poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a
perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros,
así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas,
requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo
en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas
soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en
el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que
no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés
había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con
Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado,
valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la
Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con
ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él
solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de
Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y
cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su
historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que
tenía, y aun a su sobrina de añadidura.
En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento
que jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario,
así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse
caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar
las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los
caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y
poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y
fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos,
del imperio de Trapisonda; y así, con estos tan agradables pensamientos,
llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efeto
lo que deseaba.
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus
bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que
estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que
pudo, pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje,
sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un
modo de media celada, que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de
celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo
de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un
punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la
facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la
tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal
manera que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva
experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.
Fue luego a ver su rocín, y, aunque tenía más cuartos que un real y más
tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que
ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban.
Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque,
según se decía él a sí mesmo, no era razón que caballo de caballero tan famoso,
y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí, procuraba
acomodársele de manera que declarase quién había sido, antes que fuese de
caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que,
mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de
estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya
profesaba. Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió,
deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar
Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había
sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de
todos los rocines del mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí
mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar
don Quijote; de donde -como queda dicho- tomaron ocasión los autores desta tan
verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada,
como otros quisieron decir. Pero, acordándose que el valeroso Amadís no sólo se
había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su
reino y patria, por Hepila famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como
buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de
la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y
la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su
rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa
sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin
amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él a sí:
-Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por
ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros
andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o,
finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle
presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con
voz humilde y rendido: ''Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la
ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe
alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase
ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su
talante''?
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este
discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se
cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen
parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende,
ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta
le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole
nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de
princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural
del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como
todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.
LO FATAL
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido, y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida, y por la sombra, y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!
Rubén Darío, 1905
EL DISCURSO DEL PAVO
El niño había esperado el bus en la acera marcada con la cinta amarilla y
lo había tomado después de que lo hicieron todos los pasajeros. A diferencia de
los otros, el niño llevaba un pavo debajo del brazo. Y quienquiera que haya
visto un pavo debajo de un brazo, sabe que no hay animal más pacífico, más inofensivo y serio y
que, ninguno como él representa con mayor propiedad su papel de víctima
propiciatoria.
El niño se sentó en uno de los asientos laterales, contra la ventanilla.
Llevaba el pavo para alguna parte. Tal vez a venderlo en el mercado. Tal vez a
regalarlo. Tal vez para que algo fuera extraño simplemente lo llevaba a dar una
vuelta por la ciudad, como llevan las damas su pekinés favorito. En todo caso,
el niño iba allí tan pacífico, inofensivo y serio como el pavo.
De pronto, cuando ya parecía haber pasado el momento oportuno para
protestar, la dama que ocupaba el asiento vecino empezó a incomodarse. Primero
se incomodó con un gesto displicente. Luego, como en un proceso de reacciones
internas, se llevó las manos a las narices, después se estiró, buscó al
cobrador con la mirada llena de propósitos amenazantes y, finalmente, cuando el
proceso interno llegó a su punto de ebullición, hizo la estridente protesta que
pareció un verso fabricado para la literatura de tocador:
— ¡Si no me quitan este pavo me desmayo!
Todos sabíamos, desde luego, que aquella saludable y peripuesta señora
era capaz de todo, menos de desmayarse. Pero la protesta había sido formulada
en un tono contundente, tan definitivo e irrevocable, que todos empezamos a
temer que sucediera lo que sucede siempre. Es decir, que bajaran al niño con el
pavo.
Y él iba allí, contra la ventanilla, pegada la frente al borde de madera,
sin ninguna preocupación por lo que pudiera decir la señora. En sus brazos, el
pavo tenía toda la distinción de un caballero venido a menos, de uno de esos
mendigos a quienes todos respetan porque recuerdan que, diez años antes, era
uno de los hombres más acaudalados de la ciudad. Digno, intachable, el pavo
parecía ser la única cosa lo suficientemente humana como para desmayarse frente
a un mal olor.
Entonces alguien propuso, en voz alta, que se le aceptaran los diez
centavos del pasaje, para que el pavo pudiera ocupar el puesto de la mujer.
Otro, menos guasón, ofreció cambiar su asiento con el de la indispuesta dama.
Pero ella no parecía dispuesta a transigir, sino que, rechazando todas las
fórmulas propuestas, insistió con palabras que iban para discurso cívico, que
no podía permitirse que en un vehículo de servicio público viajaran animales
plumados, en confusión con los implumes.
Y ante la rabiosa andanada de aquella viajera patrióticamente antipática
el pavo permanecía digno, sereno,
imperturbable. Nunca se vio pavo más insultado, pero tampoco animal más
discreto y silenciosamente irónico. Tomado de: García Márquez, Gabriel 1981.
Textos costeños. Bogotá: Edit. Oveja Negra.
A CELESTINA
Yace en esta tierra fría,
Digna de toda crianza,
La vieja cuya alabanza
Tantas plumas merecía.
No quiso en el cielo entrar
A gozar de las estrellas,
Por no estar entre doncellas
Que no pudiese manchar.
Quevedo
DE LOS CANÍBALES
Es asombrosa la firmeza de sus
combates que jamás terminaban si no es con la muerte o el derramamiento de
sangre pues no conocen ni la derrota ni el espanto. Cada uno se lleva como
trofeo la cabeza del enemigo que ha matado y la cuelga a la entrada de su
morada. Después de tratar bien durante largo tiempo a sus prisioneros con todas
las comodidades, el jefe convoca una gran asamblea con sus conocidos, ata una
cuerda a un brazo del prisionero y, agarrando el extremo, lo mantiene alejado
algunos pasos por miedo a que lo ataque, y al más querido de sus amigos le da el
otro brazo para que lo sujete de igual forma; y los dos, en presencia de toda
la asamblea, lo matan a golpe de espada. Hecho esto, lo asan y comen todos de
él, enviando algunos trozos a los amigos que están ausentes. Esto no es, como
podría creerse, para alimentarse; sino como símbolo de extrema venganza. Y como
vieran que los portugueses que se habían aliado con sus adversarios, recurrían
a toda clase de muerte para ellos cuando los cogían, la cual consistía en
enterrarlos hasta la cintura y lanzarles violentos flechazos mientras resistían
el cuerpo, para colgarlos después, pensaron que esas gentes del otro mundo,
puesto que habían sembrado el conocimiento de muchos vicios entre los pueblos
vecinos y dominaban mucho mejor que ellos toda suerte de maldades, no se
vengarían por casualidad de aquella forma y que ésta debía ser más dura que la
suya, Empezando a abandonar su antigua manera hasta adoptar ésta. No me apena
que comprobemos el bárbaro horror de tal acción más sí que nos ceguemos ante
nuestras faltas sin dejar de juzgar las suyas.(…) Bien podemos por lo tanto
llamarlos bárbaros si consideramos las normas de la razón mas no si nos
consideramos a nosotros mismos que los superamos en toda clase de barbarie. No
combaten para conquistar nuevas tierras pues gozan todavía de esa felicidad
natural que les abastece de todo lo necesario sin trabajo ni esfuerzo y en
abundancia tal que no necesitan para nada aumentar sus límites. Aún están en
ese mundo feliz en que sólo necesitan lo que sus necesidades naturales exigen,
todo lo demás para ellas es superfluo. Tomado de Montaigne, Michel, Ensayos
I, Madrid, Ed. Cátedra, 1985.
LA
PESTE DEL INSOMNIO
Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había de defenderlos
durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por
casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, había
aprendido a la perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el
pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre.
Su padre se lo dijo: “tas”. Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó
con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en
el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella la primera manifestación del
olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días
después descubrió que tenía dificultad para recordar todas las cosas del
laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo, de modo que le
bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le
comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su
niñez, Aureliano le explicó su método, y José
Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo
impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre:
mesa,
silla, reloj, puerta, pared, cama,
cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca,
chivo,
puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las
infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podría llegar un día
en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordará su
utilidad. Entonces fue más explícito.
El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar
de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra
el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca
leche, y a la leche hay que hervirla para mezclarla con
el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una
realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que
había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita. Fragmento tomado de Cien años de soledad. Gabriel García Márquez,
Bogotá, Editorial Oveja Negra, 1982.
CUESTIÓN DE
CLARIDAD
Epaminondas
es un habilidoso conductor de ciudad, avezado en las lides de la mecánica.
Cierto día, mientras manejaba su veloz auto por una calle en mal estado, una de
sus llantas traseras se pinchó. Abrió el baúl del carro y encontró: la llanta
de repuesto, algunas lociones, un espejo; pero por ningún lado pudo encontrar
el aparato que le permitiría levantar el auto para cambiar la rueda. En esos
momentos, vio pasar a un niño, que parecía habitante del sector y le dijo:
-Oye
–llamándolo con un ademán- ¿Tú sabes dónde puedo conseguir un gato?
-¡Claro!
–Contestó el infante- en la casa tenemos uno. Si sumercé quiere, se lo presto.
-Te
lo agradezco mucho. –respondió aliviado Epaminondas-
El
niño se alejó rápidamente y entró a una casita del lugar. Después de esperar
por un largo rato, Epaminondas vio venir al niño con una bolsa.
-Muévete,
sardino- le gritó, bastante impaciente por la demora-.
Al
llegar el joven al lugar, le hizo saber cuánto le molestaba ser llamado como un
pescado.
-Ahora
no le presto nada- dijo el muchacho, indignado-. Y volteó el talego.
El
pobre Epaminondas vio salir de la bolsa un gato, con la lengua afuera y con los
pelos retorcidos. (Riveros Grajales,
Manuel Neftali. Español y Literatura 6. Santillana Siglo XXI. Guía de recursos
para el docente. Pág.44)
URSÚA
(Fragmento)
Cada uno de ellos lleva como un recuerdo personal esa
avalancha bajó entre espumas de fango y
nieblas en iris, con el temblor de un racimo de truenos, a sumarse al caudal
del río Yuma, el río grande de la Magdalena, que viene del sur desde el
comienzo con su pueblo de bagres barbados y de incapaces. Y saben que fue así como el lecho de la
laguna, secado por dios, se convirtió en el campo de maizales que gobernaron
los zipas arrogantes y los zaques ceremoniosos.
Hay que conocer ciertas tierras ardientes, más allá de
los riscos occidentales de la meseta, y el llano que reverbera a lo lejos,
detrás de los peñascos orientales; hay que ver el modo como e, calor agobia los
cuerpos en la llanura: hay que sentir a través o leyendas cómo es la vida en
los países del sol ardiente, donde se eternizan los caimanes con las bocas
abiertas, como por una sed que no cesa, y donde al atardecer se alzan legiones
de mosquitos que sólo se advierten por dolorosos puntos de sangre en la piel,
para entender la gratitud de los muiscas hacia el dios que escogió para ellos
la Sabana. Que los hizo nacer entre torrentes cristalinos y bodegas de sal, y
los salvó de los colores malsanos y de la humedad opresiva que en muchas
regiones fatigan a los pueblos guerreros.
Todos dicen que el oro está amasado en la misma sustancia
que el sol, y lo llaman la carne del dios en la tierra, la cara que puede
mirarse. Por eso todo objeto solar es para ellos rezo y amparo. Un casco de sol
sobre la frente, un gran brazalete, un luminoso collar de murciélagos, un arco
de sol saliendo de una fosa nasal y entrando en la otra, un resplandor
martillado sobre el pecho, son el pecho, son el dios mismo entrando en la
batalla, y no dejan lugar para el miedo. William Ospina, Ursúa, Bogotá, Alfaguara,
2005
EL FUTURO CUMPLE
30 AÑOS
Un piloto de bombardero B-17 durante la Segunda Guerra
Mundial, y más tarde guionista de series televisivas del Oeste, posibilito los
viajes espaciales a velocidades lumínicas, desarrollo un sistema capaz de
transportar seres humanos gracias a la separación molecular, concibió los
teléfonos celulares, proyecto la primera generación de máquinas inteligentes y
contribuyo notablemente a la exploración de buena parte del universo.
Pocos recuerdan su nombre, y para la comunidad científica
mundial es un discreto y redondo cero a la izquierda. Sus ideas, sin embargo,
agregaron una buena cantidad de estos ceros a la derecha en su cuenta bancaria
y le aseguraron reconocimiento eterno por parte de los fieles cultores de la
ciencia ficción. Gene Rodenberry, arquitecto de la más popular serie futurista
de todos los tiempos, Star Trek, falleció en 1991, cuando se conmemoraron 25
años de la emisión de The Man Trap , su primer capítulo. En 1996 los viajes de
la Enterprise celebraron treinta años de lo que comenzó siendo un trivial
programa semanal de aventuras espaciales y termino convirtiéndose en un
fenómeno que superó ampliamente los cálculos más optimistas.
Lo curioso del asunto es que, en su momento, Viaje a la
Estrellas fue producida con restricciones económicas por parte de la cadena
NBC. Durante los 79 episodios grabados, jamás la nave U.S.S. Enterprise
NCC-1701 pudo aterrizar en la superficie de planeta alguno, y la razón se vino
a conocer años después: el presupuesto no permitía invertir en los escenarios
capaces de dar credibilidad al descenso. Por ello, el orgullo de la Federación
Unida de Planetas se limitó a girar tímidamente alrededor de mundos a los
cuales la tripulación accedía gracias a la brillante y ahorrativa idea del
teletransportador. Para rematar, una feliz "coincidencia" aseguro que
la inmensa mayoría de estos cuerpos celestes contara con atmósferas respirables,
así que tampoco había que invertir mucho en trajes espaciales.
Escenarios de cartón, uniformes de tela ordinaria,
miniaturas y maquetas fabricadas con materiales de ocasión: la conquista del
espacio hecha "con las uñas" pero convertida en una mina de oro
prácticamente inagotable. Un potosi galáctico que con los años comenzó a ser
explotado como Dios manda por la Paramount Pictures.Gómez Córdoba, Gustavo, "El futuro cumple 30 años (Viaje a las
estrellas)" en Revista Diners, No 311, Bogota, febrero de 1996, pags.
56-68
PERÚ TIENE UNA
NUEVA CATARATA
Una más de 700 metros, la tercera más alta del mundo, fue
descubierta la semana en una zona selvática y montañosa del noreste de Perú, en
medio de una tupida vegetación y rodeada de misterios y leyendas de los
lugareños.
La cascada Gota había permanecido durante décadas
ignoradas y sin que nadie se atreviera a visitarla por miedo a creencias
mágicas sobre sirenas y serpientes gigantes que dejaban petrificados a quienes
osaran perturbar la tranquilidad de ese paisaje. Sin embargo, un grupo de
expedicionarios alemanes y peruanos llegó hasta el lugar para revelar su
existencia al resto de los peruanos y a los buscadores de atractivos
turísticos.
La catarata se ubica en una región remota del
departamento de Amazonas, unos 800 kilómetros al noreste de Lima, rica en flora
y fauna amazónica a la que se llega tras una caminata de seis horas desde la
comunidad campesina de Cocachimba. El alemán Stefan Ziemendorff, su
descubridor, comunicó que, por su lejanía, la caída de agua no figura en ningún
mapa. Luego de las mediciones topográficas se determinó que la cascada tiene
771 metros (…).
Una leyenda habla de las apariciones de una mujer de
cabellos dorados que suele acosar a los hombres que aparecen por el lugar,
mientras que otra sostiene que en el pozo de la cascada vive una serpiente
gigante que custodia un enorme tesoro, según el diario El Comercio.
Otra creencia, indica que un campesino que llegó hasta el
lugar habría quedado encantado y petrificado en una de las rocas gigantes que
rodean la catarata. En todo caso, la expedición de Ziemendorff ha despertado el
interés de los habitantes de la zona, quienes, contra sus temores, han
comenzado a elaborar proyectos para la exploración turística de la caída de
agua. Viajar, en El
Tiempo, jueves 16 de marzo de 2006, p
¿CÓMO TEÑÍAN LA
LANA LOS ARTESANOS?
Primero
se enjuagaba en agua caliente, lo que ayudaba a extraer cualquier grasa natural
que, de otro modo, impediría la penetración uniforme de la tintura en las
fibras. Luego, la misma tintura se preparaba con materiales que se podían
obtener con facilidad. El amarillo se hacía de líquenes o musgo; el rojo y el
café se extraían de la corteza de aliso; el verde se conseguía con cualquier
material vegetal que contuviera clorofila; finalmente, el negro se obtenía de lodo
rico en hierro. Se machacaba o molía la tintura, la que luego se sumergía en
agua hirviendo.
Después
de obtener el tono deseado, se dejaba enfriar el agua y se extraía la tintura.
A continuación, la lana se colocaba en un baño de tintura, se recalentaba y se
dejaba hervir de una hora a un día entero. Se empleaba orina como mordente de
la tintura. Derivado de la palabra en latín “morder”, un mordente provoca que
el color de la tintura se adhiera de manera eficaz a las células de las fibras.
Después del tinturado, los hilos se enjuagaban en agua limpia y se dejaban
secar a la sombra. El baño de tintura podía reutilizarse para lograr un color
más claro. Tomado de: Museo de
Civilización Canadiense; citado por Eggins, Suzanne y James Robert Martin.
EL RÍO DE LAS
VERDADES
(Fragmento)
Figuraban como protagonistas un gringo perdido en las
selvas olanchanas, gran aficionado a ponderar las maravillas de su tierra, y un
humilde campesino, de esos que llevan a
flor de labios las rosas frescas del ingenio o el aguijón picante de la
sátira.
Empezaba Pedrín: “Apareció en Guayape un gringo en
solicitud de un mozo para que lo acompañara y guiara, pues andaba en busca de
minas en aquella región tan rica. Pronto
encontró un muchacho muy vivo, a quien contrató, pagándole un buen salario.
Tomaron el camino, ambos a caballo.
El americano, para entretenerse, iba platicándole al mozo
y haciéndole preguntas, y éste le daba explicaciones de las riquezas
olanchanas, de la fertilidad de aquellas tierras, del ganado, etc. Al llegar a
una quebradita, saltó una rata del monte, a lo que el gringo preguntó:
— ¿Cómo se le llama a ese animalito? Aquel le dijo: “Se
llama rata del monte”.
—En mi país, dijo el gringo, las ratas son del tamaño de
un caballo.
—Ajá, Mr. Temple, ¿y los caballos cómo son?, preguntó el
mozo.
—Los caballos son grandes como una casa…
—Y las casas, Mr. Temple, ¿cómo son?, habló de nuevo el
mozo.
—Las casas son grandes, tan grandes que llegan al cielo.
El olanchano no se tragó aquellas mentiras y continuaron
hasta llegar a la orilla del río Guayape, que estaba por los montes.
—No tenga miedo, Mr. Temple, le advirtió el mozo,
metiéndose juntos al río, y al estar en medio de éste, dijo para sí el
sirviente: hoy me las paga este
gringo mentiroso.
El extranjero preguntó:
— ¿Cómo se llama este río, muchacho?
—Mr. Temple, este río se llama el Río de las Verdades, y
el que ha mentido alguna vez en su vida aquí se ahoga.
—Dígame, Mr. Temple, ¿cómo son las casas en Estados Unidos?
—Así hombre, chiquititas.
— ¿Y los caballos, Mr. Temple?
—Así, hombre, más chiquititos.
— ¿Y las ratas?
—Son igualitas a las de aquí, igualitas, hombre,
igualitas.
Desde ese momento, el gringo no le volvió a mentir.
Jesús Muñoz
Tábora
UNA RANA AUTÉNTICA
Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica,
y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el
que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el
humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en
un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en
la opinión de la gente, y comenzó a
peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para
saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su
cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas
y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la
aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier
cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las
ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían qué buena rana, que
parecía pollo.
Augusto
Monterroso
VIDA Y OBRA DE
JOSÉ R. CASTRO
“Soy extranjero y ando de paso”. Esta frase estuvo
íntimamente ligada al devenir político y literario del poeta y periodista comayagüense
José R. Castro.
Nació en Comayagua en 1910. Desde muy pequeño, sintió la
inclinación por la literatura. Castro, mientras compartía el estudio y el
trabajo, hacía versos y periodismo escrito. Así, en 1928, publica su primer libro
“Aura matinal” y saca a luz un periódico llamado “El Hondureño”, rarísimo de
conseguir ahora. Es en esos años que la proximidad literaria la comparte con
Marcos Carías Reyes, Federico Peck Fernández, Ramón Padilla Coello y Arturo
Martínez Galindo, todos ellos, con el tiempo, notables escritores.
José R. Castro ejerció el periodismo de una manera
pasional, lo que le valió alcanzar dimensión internacional. En Cuba trabajó en
el diarismo local y aprovechó para publicar varios libros de poemas, pasión
nunca distanciada.
Con el advenimiento de la revolución guatemalteca en
1944, regresa a este país debido a su amistad con el doctor Juan José Arévalo,
mismo que lo invita a trabajar dirigiendo un periódico oficial llamado
“Mediodía”. El doctor Esteban Mendoza, compañero universitario de Castro, lo
invita a formar parte del servicio exterior hondureño al nombrarlo en el cargo
de embajador de Honduras en Brasil, cargo que asumirá con la satisfacción de un
reconocimiento a su integridad y a su intelecto por parte del país donde un día
naciera.
Antes de su muerte en 1968, laboraba para la Organización
de Estados Americanos, último trabajo de este hombre cuyos altos méritos
periodísticos, todavía en Honduras no le son tan reconocidos. Llevan su nombre
dos premios, uno literario y otro periodístico, en San Pedro Sula y en
Comayagüela, respectivamente, los cuales han pasado al reposo
infinito que da el olvido, hace ya varios años. Ingrato
pago para un hombre que nunca doblegó su espíritu sólo ante la imagen sedienta
de la democracia hondureña.En el año 1991 doña Laura Claramunt, su fiel y leal
viuda, también escritora, publicó un precioso trabajo póstumo titulado
“Biografía de un carácter”.
José González
POPOL VUH
(tercera parte, capítulo I)
He aquí, pues, el principio de cuando
se dispuso
hacer al hombre, y cuando se buscó lo
que debía
entrar en la carne del hombre.
Y dijeron los Progenitores, los
Creadores y
Formadores, que se llaman Tepeut y
Gucumatz:
“Ha llegado el tiempo del amanecer, de
que se
termine la obra y que aparezcan los
que nos han
de sustentar, y nutrir, los hijos
esclarecidos, los
vasallos civilizados; que aparezca el
hombre, la
humanidad, sobre la superfi cie de la
Tierra”. Así
dijeron.
Se juntaron, llegaron y celebraron
consejo en la
oscuridad de la noche; luego buscaron
y discutieron,
y aquí refl exionaron y pensaron. De
esta manera
salieron a luz claramente sus
decisiones y
encontraron y descubrieron lo que
debía entrar
en la carne del hombre. De Paxil, de
Cayalá, así
llamados, vinieron las mazorcas
amarillas y las
mazorcas blancas.
Estos son los nombres de los animales
que
trajeron la comida: Yac (el gato de
monte), Utiú (el
coyote), Quel (una cotorra vulgarmente
llamada
chocoyo) y Hoh (el cuervo). Estos
cuatro animales
les dieron la noticia de las mazorcas
amarillas y las
mazorcas blancas, les dijeron que
fueran a Paxil y
les enseñaron el camino de Paxil.
Y así encontraron la comida y ésta fue
la que entró
en la carne del hombre creado, del
hombre formado;
ésta fue su sangre, de ésta se hizo la
sangre del
hombre. Así entró el maíz (en la
formación del
hombre) por obra de los Progenitores.
Y de esta manera se llenaron de
alegría, porque
habían descubierto una hermosa tierra,
llena
de deleites, abundante en mazorcas
amarillas y
mazorcas blancas y abundante también
en pataxte
y cacao, y en innumerables zapotes,
anonas,
jocotes, nances, matasanos y miel.
Abundancia de
sabrosos alimentos había en aquel
pueblo llamado
de Paxil y Cayalá.
Había alimentos de todas clases,
alimentos
pequeños y grandes, plantas pequeñas y
plantas
grandes. Los animales enseñaron el
camino. Y
moliendo entonces las mazorcas
amarillas y las
mazorcas blancas, hizo Ixmucané nueve
bebidas,
y de este alimento provinieron la
fuerza y la gordura
y con él crearon los músculos y el
vigor del hombre.
Esto hicieron los Progenitores, Tepeu
y Gucumatz,
así llamados.
¿QUÉ TAN
PRODUCTIVO ES USTED?
Robindranath Tagore fue un poeta
bengalí, el
primer asiático que obtuvo el Premio
Nobel de
Literatura, en 1913. Revolucionó la
literatura hindú
para siempre con sus escritos, como
“El hogar y
el mundo”. Nació en Calcuta en 1861 y
murió en
Santiniketan en 1941. Vivió 80 años, y
aprovechó
cada día de ellos. Artista,
dramaturgo, músico,
novelista y autor de canciones. Tagore
dio a conocer
al mundo el amplio arte bengalí con
una multitud de
ensayos, poemas, pinturas, cartas. Es
recordado
como un hombre sabio que reformó
culturalmente
y modernizó el arte bengalí. Basta
decir que dos
de sus canciones, son hoy los himnos
nacionales
de India. ¿Cómo logró tantas
realizaciones en un
mundo donde la mayoría de la gente
vive sin pena
ni gloria?
¿Cómo pudo él sacar tanto partido a
cada minuto
de su vida? ¿Cómo pudo dejar una obra
tan
espectacular en áreas tan diversas
como el escribir
dramas y componer canciones? Quizá su
secreto
está, cuando menos en parte, en una de
sus
frases: “No se puede cruzar el océano
limitándose
a mirar el agua”. En otras palabras,
si queremos
ser realizadores y no simples
soñadores, debemos
hacer las cosas, no simplemente pensar
en ellas.
Los modernos expertos en productividad
nos dicen
que uno de los grandes problemas que
impide
a la mayoría de la gente ser más
realizadora es
iniciar. Son las personas que siempre
posponen,
dejando el empezar “para mañana”. Ahí
están los
propósitos de año nuevo con sus
dietas, el hacer
ejercicio, iniciar su propio negocio o
reanudar
estudios. ¿Cree usted que esto de
posponer el
inicio es un problema nuevo? ¡De
ninguna manera!
Ya Don Miguel de Cervantes lo sabía,
por eso puso
en la boca del inmortal Don Quijote
las palabras:
“Recuerda, Sancho amigo, que el
iniciar es la mitad
de la tarea”. Sí, lo consideraba tan
importante que
le daba el cincuenta por ciento de
mérito.
Por lo tanto haremos muy bien usted y
yo en ser
buenos iniciadores. Establezcamos
prioridades
que nos permitan acometer con todo
entusiasmo
las cosas más importantes y
trascendentales de
nuestra vida. Y sorprendámonos.
Emilio Santamaría
EL ÁGUILA Y EL
SAPO
Al regresar de sus excursiones de
caza, el águila
solía detenerse en una fuente situada
al pie de
la montaña, en cuya cima habitaba.
Jamás notó
que hubiese por allí algún ser
viviente, hasta un
día en que, sumergiendo el pico en las
límpidas
aguas, oyó un vago rumor, como de
entrecortadas
y débiles voces. Volvió la cabeza y
pudo advertir
que, a no muy larga distancia, un sapo
conversaba
con una tortuga. El sapo le dirigió
una mirada feroz.
—Parece que quisieras fulminarme —se
dignó a
decirle el águila.
—¡Es porque te odio! —contestó el
sapo.
—¿Y por qué? Jamás te he hecho daño.
—¡Pero vuelas!
—¡Pero esa no es razón para que me
odies! Y si
es razón, es una razón de batracio. Lo
natural es
que yo vuele, como es natural que tú
brinques. ¿No
consideras que sería monstruoso que
tuvieras tú
mis alas? Yo he nacido para vivir
arriba entre un aire
luminoso y puro; y tú has nacido para
vivir pegado
a la tierra, respirando los miasmas
del pantano. ¡Y
bien! ¡Las dos cosas son muy
naturales!
—¿Y qué es lo que piensa usted? —dijo
al águila
la tortuga. Usted está hablando con un
sapo de
importancia, que hace cosas que usted
no haría; él
es un ser acuático y a la vez
pedestre.
El águila se puso a reír y dijo:
—¡Más aún! Yo creo que es también
ecuestre;
porque según voy notando, es un
perfecto tonto a
caballo.
—¡No te dejes insultar de ese volátil!
—dijo la
tortuga al sapo en voz baja.
—¿Ya ves? —dijo el sapo—. Esta
honorable
tortuga te odia, así como te odio yo y
te odian mis
camaradas.
—Ese odio —repuso el águila—, de
seguro que
no me hará mucho daño. Por otra parte
—agregó
cambiando de tono— debéis saber que
tengo alas
y también garras, con las que os
podría estrangular
fácilmente. Pero a los ruines no hay
que destruirlos,
porque tienen su razón de existencia,
aunque sea
dar con sus murmuraciones impulso a
los que
vuelan para que se alejen de las
impurezas de la
tierra y se acerquen más al cielo…
Luis Andrés
Zúñiga
EL COMPONEDOR DE
CUENTOS
Los que echaban a perder un cuento bueno o escribían uno
malo lo enviaban al componedor de cuentos. Éste era un viejecito calvo, de ojos
vivos, que usaba unos anteojos pasados de moda, montados casi en la punta de la
nariz, y estaba detrás de un mostrador bajito, lleno de polvorosos libros de
cuentos de todas las edades y de todos los países.
Su tienda tenía una sola puerta hacia la calle y él
estaba siempre muy ocupado. De sus grandes libros sacaba inagotablemente
palabras bellas y aun frases enteras, o bien cabos de aventuras o hechos
prodigiosos que anotaba en un papel blanco y luego, con paciencia y cuidado,
iba engarzando esos materiales en el cuento roto. Cuando terminaba la
compostura se leía el cuento tan bien que parecía otro.
De esto vivía el viejecito y tenía para mantener a su
mujer, a 10 hijos ociosos, a un perro irlandés y a dos gatos negros.
Mariano Silva y Aceves
LA TRISTEZA
La capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La
nieve cae lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles
encendidos, se extiende en
fi na blanca capa sobre los tejados, sobre los lomos de
los caballos, sobre los hombros humanos, sobre los sombreros.
El cochero Yona está todo blanco, como un aparecido. Sentado
en el pescante de su trineo, encorvado el cuerpo cuanto puede estarlo un cuerpo
humano,
permanece inmóvil. Diríase que ni un alud de nieve que le
cayese encima le sacaría de su quietud. Su caballo está también blanco e
inmóvil. Por su
inmovilidad, por las líneas rígidas de su cuerpo, por la
tiesura de sus patas, parece, aun mirado de cerca, un caballo de dulce de los
que se les compran
a los chiquillos por un copeck. Hállase sumido en sus reflexiones;
un hombre o un caballo, arrancados del trabajo campestre y lanzados al infierno
de una gran ciudad, como Yona y su caballo, están siempre entregados a tristes
pensamientos. Es demasiado grande la diferencia entre la apacible vida rústica
y la vida agitada, toda ruido y angustia, de las ciudades relumbrantes de
luces.
Hace mucho tiempo que Yona y su caballo permanecen
inmóviles. Han salido a la calle antes de almorzar; pero Yona no ha ganado
nada.
Las sombras se van adensando. La luz de los faroles se va
haciendo más intensa, más brillante. El ruido aumenta.
—¡Cochero! —oye de pronto Yona—. ¡Llévame a Viborgskaya! Yona
se estremece. A través de las pestañas cubiertas de nieve ve a un militar con
impermeable.
—¿Oyes? ¡A Viborgskaya! ¿Estás dormido? Yona le da un
latigazo al caballo, que se sacude la nieve del lomo. El militar toma asiento
en el trineo.
El cochero arrea al caballo, estira el cuello como un cisne
y agita el látigo. El caballo también estira el cuello, levanta las patas, y,
sin apresurarse, se pone
en marcha.
—¡Ten cuidado! —grita otro cochero invisible, con cólera—.
¡Nos vas a atropellar! ¡A la derecha! —¡Vaya un cochero! —dice el militar—. ¡A
la derecha!
Siguen oyéndose los juramentos del cochero invisible. Un
transeúnte que tropieza con el caballo de Yona gruñe amenazador. Yona… parece
aturdido, y mira
alrededor como si acabara de despertarse de un sueño
profundo.
Antón Chejov
ESTATURA Y
POESÍA
Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta. Desde
pequeño fui pequeño. Ni mi padre ni mi madre fueron altos. Cuando a los 15 años
me di
cuenta de que iba para bajito me puse a hacer cuantos
ejercicios me recomendaron, los que no me convirtieron ni en más alto ni en más
fuerte,
pero me abrieron el apetito. Esto sí fue problema, porque
en ese tiempo estábamos muy pobres. Aunque no recuerdo haber pasado nunca
hambre,
lo más seguro es que durante mi adolescencia pasé buenas
temporadas de desnutrición. Algunas fotografías (que no siempre tienen que ser
borrosas)
lo demuestran. Digo todo esto porque quizá si en aquel
tiempo hubiera comido no más sino mejor, mi estatura sería ahora más
presentable. Cuando
cumplí 21 años, ni un día menos, me di por vencido, dejé
los ejercicios y fui a votar.
De todos es sabido que los centroamericanos, salvo molestas
excepciones, no han sido generalmente favorecidos por una estatura
extremadamente alta.
Dígase lo que se diga, no se trata de un problema racial.
En América hay indios que aventajan en ese sentido a muchos europeos. La verdad
es que la
miseria y la consiguiente desnutrición, unidas a otros
factores menos espectaculares, son la causa de que mis paisanos y yo estemos
todo el tiempo
invocando los nombres de Napoleón, Madero, Lenin y
Chaplin cuando por cualquier razón necesitamos demostrar que se puede ser
bajito sin dejar por eso
de ser valiente.
Con regularidad suelo ser víctima de chanzas sobre mi
exigua estatura, cosa que casi me divierte y conforta, porque me da la
sensación de que sin ningún esfuerzo estoy contribuyendo,
por defi ciencia, a la pasajera felicidad de mis desolados
amigos. Yo mismo, cuando se me ocurre, compongo chistes a mi costa que después
llegan a mis oídos como productos de creación ajena. Qué
le vamos a hacer. Esto se ha vuelto ya una práctica tan común, que incluso
personas
de menor estatura que la mía logran sentirse un poco más
altas cuando dicen bromas a mi costa.
Entre lo mejorcito está llamarme representante de los
Países Bajos y, en fi n, cosas por el estilo. ¡Cómo veo brillar los ojos de los
que creen estarme
diciendo eso por primera vez!
Augusto Monterroso
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